Hace días vengo pensando en algo muy concreto: la resistencia.
Resistencia que antes me parecía ajena, como si fuera un eco lejano, hasta hace casi cinco años. No sé si me había distanciado o peleado con el feminismo, pero la verdad es que andaba en otra. Este año, sin embargo, tuve la oportunidad de activar, de moverme, de militar esta resistencia a través de Girl Up. Me crucé con pibas, algunas incluso más chicas que yo, que me enseñaron que todavía hay razones para seguir luchando, para seguir metiendo el cuerpo.
En estos días de desgarraduras, cuando una como mujer siente más cerca la idea de rendirse que la de mantenerse en pie, es cuando más necesitamos resistir.
La resistencia está viva, la sentí y la siento cerca. Tenemos que construirnos nosotras mismas los espacios, los momentos, las leyes que nos defiendan. Pero, ¿no fue siempre así?
Porque, aunque a veces parezca invisible, hay un sistema político que se nos planta de frente, que nos quiere desmerecer, aplastar, acallarnos. Y cuando los gobiernos, que dicen ser la patria, me hacen sentir extranjera, ¿qué hago? ¿Dónde me meto?
Es duro decirlo, pero es la verdad: la inflación puede bajar, pero a las pibas las siguen matando cuando tienen que salir a buscar el mango para no morirse de hambre.
¿De qué libertad me hablan, entonces, si cuando nos pasa algo, el Estado nos da la espalda? Qué triste un pueblo que, por un número más en el PBI, decide ignorar las catástrofes sociales que ese progreso arrastra. Y más triste aún cuando ignora en nombre de un recorte, que encima es inconstitucional.
Pero bueno, ¿de qué sirve hablar si no hay interés en escuchar?
Hoy me importa una sola cosa: que no perdamos el fuego, que no perdamos esa rabia que nos caracteriza. Que sigamos pateando puertas, empujando fronteras, gritando verdades. Porque ya cambiamos el sistema una vez. Y si lo hicimos antes, ¿por qué no dos, tres, o las veces que haga falta? Nos tengo fe.
Y si alguna vez sienten que no pueden más, sepan que no están solas. Yo las voy a bancar siempre.
Resistir no es solo aguantar. Es el acto más puro de creer que el mundo puede ser distinto.