29 de Octubre, Día Internacional de los Cuidados.
La familia, en sus diversas formas, es un pilar fundamental de la sociedad. Sin embargo, los roles de género están en transformación. Históricamente, el rol de las mujeres en Argentina ha sido el de “ama de casa”, encargándose del cuidado del hogar, de las infancias y, en ocasiones, del manejo económico diario familiar.
Este modelo ha sostenido un sistema que, aunque ha garantizado estabilidad en algunos hogares, también ha impuesto una carga significativa sobre las mujeres. Mientras que las mujeres debían mantener el hogar en equilibrio, los varones asumían el rol de proveedores. Sin embargo, ¿qué sucede cuando los tiempos cambian al asumirse diferentes necesidades sociales y se cuestionan estas estructuras?
Desafíos y Cuestionamientos de las Últimas Generaciones
La Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT 2021) revela que las mujeres realizan el 91,7% del trabajo no remunerado.
La figura de la mujer como ama de casa se ha reconfigurado pero arrastra cargas históricas. Ahora, no solo gestionan las tareas de cuidado, sino que muchas también trabajan fuera de casa, convirtiéndose en un pilar económico fundamental. Esta realidad se complica aún más por la precarización del empleo, donde muchas mujeres que asumen estos roles quedan atrapadas en condiciones laborales desfavorables, como mayor dificultad para acceder a mejores puestos de trabajo, salarios bajos y falta de beneficios. La sobrecarga de trabajo, que incluye tanto las responsabilidades domésticas como las laborales, genera altos niveles de estrés y afecta lasalud mental. Además, la falta de servicios de apoyo, como guarderías asequibles, y la perpetuación de estereotipos de género refuerzan la idea de que el cuidado es un deber exclusivo de las mujeres. La dualidad de ser madre y trabajadora se vuelve una exigencia constante, y las decisiones sobre cómo administrar el tiempo y los recursos son cada vez más complejas.
¿Quiénes Cuidan a los Adolescentes que Cuidan?; Realidades Invisibilizadas
Para las mujeres no hay edad para estar a cargo de las tareas de cuidado. Muchas adolescentes asumen el rol de cuidadoras, con un 66% de ellas realizando trabajo no remunerado en el hogar. Este fenómeno limita sus oportunidades y perpetúa la desigualdad.
Cuando ambos padres trabajan, no siempre es posible contratar ayuda externa, lo que puede dejar a los hijos mayores, especialmente a las hijas, en una posición vulnerable. Estas adolescentes son forzadas –en la necesidad de suplir roles para contribuir como sostén familiar– a asumir responsabilidades que van más allá de su edad, cómo cuidar de sus hermanos menores o realizar tareas del hogar, lo que les impide disfrutar plenamente de su infancia y adolescencia. Esta presión no solo afecta su desarrollo emocional, sino que también puede limitar sus oportunidades educativas y sociales.
Un estudio más reciente de UNICEF y el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), nos revela que: “casi 7 de cada 10 adolescentes de 15 a 17 años realizan tareas de cuidado y trabajo doméstico no pago, una situación que compromete el rendimiento escolar, afecta la calidad de vida e impacta en las posibilidades de desarrollo de quiénes llevan adelante sistemáticamente estas tareas.” Esto resalta cómo, a pesar de los cambios sociales, muchos adolescentes siguen enfrentando la carga de ser cuidadores en condiciones adversas.
Hacia dónde vamos
El cambio de roles no es nuevo; la historia muestra cómo las mujeres han desafiado una y otra vez las normas establecidas. La generación actual está en transición, luchando por la equidad de género y el reconocimiento del trabajo que deviene de las tareas de cuidado.
A pesar de los avances, seguimos siendo una generación de transición, donde los derechos de las mujeres y las adolescentes aún son vulnerados y precarizados; nos caracterizamos como una sociedad dividida por generaciones de abuelos, padres e hijos, que se enfrenta constantemente a un cuestionamiento sobre las nuevas necesidades sociales.
Avanzar hacia un futuro más justo implica visibilizar y desnaturalizar la distribución de las tareas de cuidado en los hogares para garantizar que cada mujer y adolescente tenga la libertad de desarrollarse plenamente, adaptándose a la diversidad familiar y luchando por un entorno en el que todos prosperen.